“No me preguntéis qué me impulsó a llegar hasta aquí, no tendría respuesta. Vuestras dudas son las mías. Todo lo trascendente en mi vida sucede siguiendo otros impulsos que distan mucho de mi razón”

Hace treinta años, las mujeres nahuatls de las comunidades cercanas a Cuetzalan del Progreso (México) unieron sus fuerzas para seguir conservando su inigualable patrimonio cultural y poder combatir la amenaza del éxodo rural. Sabían que, si las comunidades indígenas desaparecían, con ellas se iría el asomarse por una ventana para contemplar la vida de un modo distinto; a lo humano, lo divino, a ser y estar en la tierra. La humanidad perdería su cosmovisión, las formas geométricas y variadas de sus telares, la sabiduría intrínseca que habita en sus venas. Dejaríamos a un lado lo auténtico para sustentar lo estandarizado y todos nos volveríamos más pobres, sin poder evitar ser cómplices y testigos de la extinción de un pueblo y toda una cultura.

A día de hoy, la organización ‘Maseual Siuamej Mosenyolchicauani, Mujeres indígenas que se apoyan, es todo un éxito. Regentan el Hotel Tasetlozin y unas cuantas tiendas. No necesitaron nada más que la fuerza del corazón y un propósito inquebrantable. Muchas de las 120 mujeres de esta organización no saben escribir ni leer, pero nada les impide seguir adelante. No hay duda de las adversidades por las que han tenido que pasar, pero la dificultad más reiterativa a la que se enfrentan cada día es a la ruptura de roles y moldes ya obsoletos, en los que la mujer se quedaba en casa tejiendo y cuidando de los niños y el hombre se iba al campo. Según cuentan ellas, sus hombres las abandonaron al no poder soportar el poder que estaban asumiendo: Soy sola, suelen decir y sí, son muchas solas que hacen una gran mujer, Mujer que ve. Entre todas se empoderan, se sostienen y se dan aliento, y ninguna de ellas va a dar un paso atrás. Son fuente de coraje e inspiración. Sus días son un continuo caminar hacia adelante desde las cinco que se levantan hasta las diez u once que se acuestan. Andan despacio, para economizar energía. Sus pies son sus ruedas y su corazón el motor de arranque que las llevará lejos.

Por el momento, han llegado hasta aquí en forma de libro, para evidenciarnos la energía creadora y creativa que habita en todas nosotras y ayudarnos a reconectar con nosotras mismas.

Mujer que ve somos todas las mujeres en una, es nuestro firme espíritu comunitario lo que nos hace avanzar con pasos de elefante. Tras ser testigo de los incontables beneficios que trae la unión, Mujer que ve se presenta no solo como un maravilloso libro que toda persona debería leer, sino también como el inicio de un proyecto tan original como ambicioso que pretende aunar fuerzas y promover encuentros entre mujeres artistas y rurales e indígenas del mundo. La intención es traer a lo urbano la sabiduría que albergan las guardianas de la tierra a través de diferentes expresiones artísticas y evitar la extinción de los pueblos y de toda su riqueza.

Marta Sarramián

Marta Sarramián es la autora de Mujer que ve (Ediciones Casiopea): “Un libro que toda persona que quiera reconectarse con ella misma debería tener”. Otros títulos de la autora son: Lo que aprendí de un vagabundo, Tierra, A contracorriente, Dos Voces y Lady Warren (traducción y adaptación).