Este ambiente enrarecido y de máxima incertidumbre nos ha descolocado a todos. Creo que ninguno imaginamos afrontar lo vivido, ni personal ni profesionalmente, y la dura experiencia nos ha dejado huella, porque no estaba entre nuestras opciones posibles. Solo espero que estas semanas de confinamiento nos hagan más sensibles, en todos los aspectos: más permeables a los demás y más atentos a lo que está sucediendo, por lejos que sea.

En cualquier caso, tengo una fundada esperanza en el futuro. Afortunadamente, en el ámbito profesional me muevo en un sector en el que el dicho “hacer de la necesidad virtud” es una realidad contrastada. Gracias a ello he tenido ocasión de conocer casos concretos y comparto tres: a un emprendedor al que timaron en una compra venta entre particulares, su experiencia le sirvió para fundar una exitosa plataforma en la que se asegura el pago y la entrega (BeSeif). Una madre angustiada por la falta de sueño de su bebé (y el suyo propio) diseña y fabrica un nido de colecho con el que hoy, muchas familias duermen, descansan y son más felices (PetiteMarmotte). Una joven que cayó por las escaleras y tuvo una dolorosa recuperación, con los años ha desarrollado una metodología que está ayudando a mejorar su rehabilitación a cientos de personas con problemas para recuperarse (Neurofit).

Los tres son admirables ejemplos que han surgido de un accidente y dos frustrantes experiencias. Y, sin embargo, han resultado exitosos: mejoran con su proyecto la vida de los demás y han desarrollado nuevos negocios.

El perfil del emprendedor que vengo conociendo es el que encuentra oportunidad en los problemas y por lo visto es una característica que forma parte de la personalidad. Estas semanas releyendo la autobiografía de Richard Branson (Loosing my Virginity, 1998), me volvió a impactar cómo cuenta que, siendo adolescente, dejó embarazada a su novia y al ver los problemas de acceso que tenían para consultar médicos, hablar con otros jóvenes en su mismo caso, etc. se decidió a montar un teléfono de información para ayudar a otros jóvenes en su situación. Es decir, buscó una solución para sí mismo y luego la “industrializó” o como decimos en la jerga del sector, “escaló”.

Es esa clase de iniciativa la que me parece diferencial y admirable, eso es crecer en la adversidad. Después, el mercado es soberano y puede que la idea prospere o no, pero la oportunidad de poner en marcha una solución ya está detectada y aprovechada.

Las consecuencias del parón debido al COVID-19 entre las empresas participadas por BerriUp son muy variadas: hay quien ha visto reducida su actividad drásticamente, quien ha redirigido su negocio a nuevas líneas y quien ha tenido que triplicar el equipo porque no llegaba a la demanda del momento.

Acabamos de cerrar la 11ª convocatoria y hemos recibido el mismo número de candidaturas que en ediciones anteriores. Por eso pienso que esta situación límite que hemos vivido, más allá de convertir al modo digital gran parte de nuestra vida, también va a generar oportunidades, negocios y empresas nuevas.

En nuestro caso, el programa de aceleración que siempre se ha desarrollado en nuestra sede de forma presencial, ya ha sido adaptado y está siendo impartido en remoto en aquellos casos que ha sido necesario. Por otra parte, pienso que en los próximos meses, como ocurrió en 2008, veremos equipos mixtos (con profesionales nuevos y veteranos) presentando proyectos de nuevas empresas, y creo que es una combinación muy interesante y de futuro. Como definió Darwin, “la clave está en la capacidad de adaptación”, y estas semanas atrás, todos nos hemos visto sometidos a esa prueba.

Patricia Casado

Directora BerriUp