Este verano llegaba a los cines ‘Mascotas’, la nueva película de animación de los creadores de ‘Gru, mi villano favorito’, en la que se plantea la cuestión de qué es lo que hacen estos animales de compañía cuando sus dueños no están en casa, así como las relaciones que establecen con ellos.

Y de esas relaciones quería hablaros en este artículo. De cómo un animal puede llegar a convertirse en alguien sin el que ya no quieres vivir. De cómo le coges cariño. De cómo los saludas nada más entrar en casa y te despides de ellos al salir. De cómo les riñes y se te parte el corazón al ver cómo te miran con la cara de pena.

Inma-Sánchez-opinión-768x1024Para ello, os voy a hablar de mi caso propio. Nunca había tenido una mascota hasta hace poco más de tres meses. Lo máximo que alcancé fue tener pequeños gusanos de seda que te encontrabas en el patio del colegio y que te llevabas a casa deseando verlos convertidos en pequeñas mariposas. Recuerdo que cada día miraba la caja de zapatos donde los tenía metidos con sus hojas de morera viendo cómo crecían y sorprendiéndome cuando descubría, en una esquina, un pequeño capullo amarillo.

Sin embargo, desde mayo hay un nuevo miembro en mi familia: Hugo. Hugo no es un perro, ni un gato, ni un hámster, ni una cobaya… Hugo es un erizo. Y vosotros podéis pensar, ¿a un erizo se le coge cariño? Quizás hace tres meses os hubiera contestado con un “supongo”, pero hoy os puedo responder con un rotundo SÍ.

Un erizo no es uno de esos animales que te saludan cuando llegas a casa o que se lanzan corriendo hacia ti cuando los llamas. Conociendo a Hugo, he aprendiendo que su cariño tienes que ganártelo. No todo va a ser fácil y os aseguro que no lo es. Al principio, me acuerdo de que me daba miedo hasta cogerlo por si me pinchaba, por si le hacía daño (son muy pequeñitos y caben en la palma de una mano), por si me bufaba… por mil cosas.

Tienes que estar con ellos cada día para que sean ellos los que se acostumbren a ti, a tu olor, a tu presencia. Ellos son los que deciden en esta relación, y os puedo asegurar que son unos cabezotas, asustadizos, pero adorables animales.

Cuando has conseguido cogerlo, cuando has conseguido que no se asuste cuando te acercas, cuando has conseguido que te huela y sepa que eres tú, cuando se queda dormido en tus piernas, cuando te deja acariciarlo… es entonces cuando se ha establecido el vínculo, cuando sabes que hay algo especial.

Y es en ese momento cuando descubres, como decía al principio, que no quieres vivir sin ellos, que forman parte de ti y de tu rutina diaria. Que te preocupas cuando ves que se encuentran mal, y te ríes de las mil cosas que les pasan. Que miras a ver si ha bebido o si ha comido, y te emocionas cuando te deja que le acaricies más de lo habitual. Es entonces cuando puedes decir, con voz alta y clara, tengo una mascota.

Inma Sánchez

Periodista