Cuando hablamos del trabajo de las mujeres, a menudo nos sorprendemos de que por primera vez, en los últimos 200 años, una de las pinacotecas más grandes del mundo (Museo del Prado) va a dedicar una exposición a la pintora flamenca del barroco Clara Peeters, cuyos bodegones realistas muestran una forma de cuidar el pincel, la luz y el color, igualando y mejorando incluso a muchos grandes artistas de la época.

M.Angeles TejadaNaturalmente, las mujeres estamos acostumbradas a trabajar sin excesivo reconocimiento, pero esperar dos siglos no es poco, y ojalá siga la tendencia, por si conseguimos salir de este oscuro vacío de la ignorancia colectiva. Lo malo es que estas cosas se queden en simples parches, pues seguimos lejos de esta aspiración de simple normalidad y, sobre todo, cuando hablamos de puestos directivos en las empresas. Según informes de la EPA, el porcentaje de mujeres consejeras y directoras sigue estancado en un 30% desde los años noventa.

Hay instituciones, cargadas de buena fe, sin duda, como la Fundación de estudios de economía aplicada (Fedea), que proponen soluciones que van desde el sistema de cuotas, que a mí personalmente no me gustan, hasta modificar la educación y el mercado de trabajo, dotándolo de más flexibilidad y conciliación, que es mucho más razonable.

Desde mi posición como empresaria y ejecutiva, no me cansaré de afirmar que vivimos en un momento en el que no sobra el talento puesto a disposición de proyectos empresariales y no deberíamos perdernos ninguna aportación del mismo, especialmente por parte femenina,  asumiendo que la tardía maternidad de muchas mujeres profesionales con potencial directivo condicionan este equilibrio deseable entre trabajo y familia. Éste es un problema viejo, que tiene que ver, y mucho, primero con la educación, también con las condiciones de vida de pareja y con el equilibrio de responsabilidades familiares, pero debemos mentalizarnos deque si bien es muy importante, el rol exclusivo de la maternidad, la calidad de vida requiere cierta responsabilidad en nuestro desarrollo individual en el ámbito socio-económico-personal, pues somos seres creativos, productores de conocimiento y estamos obligadas a construir un mundo algo mejor para nuestra propia prole.

En un mundo demasiado frágil y vulnerable ante la globalización y la digitalización, las mujeres deberíamos ser las portadoras del sentido común que tanto falta en nuestra sociedad, excesivamente ocupada en la producción, la venta y el consumo a corto plazo. Tendríamos que atrevernos a emprender proyectos sostenibles, que tengan en cuenta el desarrollo de las personas, la optimización de recursos ecológicos, la organización del trabajo armonizada con la realización personal y familiar y, claro está, podríamos aportar mejor comunicación para que la gente hable y se escuche, más visión de conjunto. Porque todo está conectado: compromiso porque no se construye sin él; calidad para disfrutar de las cosas bien hechas y, sobretodo, valores; acercarnos a la perfección de la naturaleza, que tan bien describe en su pintura Clara Peteers ó Artemisia Gentileschi, o nuestra contemporánea Frida Kalho, ya que vivir con cierta armonía y buscar la felicidad es, verdaderamente, una obra de arte.

Mª Angeles Tejada

Directora general de Public Affairs de Randstad y presidenta de Honor de Fidem