No siempre podemos evitar las tragedias, pero en realidad vivir no es otra cosa que sumar experiencia y ponernos a prueba.

Estos días he podido hablar telemáticamente con muchas colegas, amigas o familiares y parece ser que lo que más hemos añorado todas en esta etapa de confinamiento y forzada reclusión bajo el lema “quédate en casa” ha sido el contacto social y también nos hemos dado cuenta de lo mucho que nos necesitamos todos. Por fortuna hemos tenido tiempo suficiente para pensar y descubrir muchas cosas que podemos ser capaces de cambiar aprovechando nuestra gran resiliencia como mujeres.

Decía Kant que la inteligencia solo se mide por la cantidad de incertidumbres que eres capaz de soportar pero, si de alguna certeza estamos seguras, es que vamos a superar esta situación desde el respeto, la solidaridad y el trabajo en común.

Echamos de menos las sonrisas, los abrazos, las miradas de complicidad y, aunque en muchos casos el teletrabajo ha podido suponer una solución complementaria eficaz, hemos aprendido que nos necesitamos unos a otros y no solo por la comunicación emocional, porque el éxito y la trascendencia de todo lo que hacemos requiere el eco, el reconocimiento y, sin duda, la colaboración de los demás.

No hemos nacido para estar solos y el aislamiento difícilmente nos ayuda a crecer. Por tanto, es el mejor momento para que seamos las mujeres las que lideremos desde nuestro propio ámbito de influencia, desde el compromiso, recuperar nuestras vidas y las del entorno al que pertenecemos, ya que, desde mi humilde opinión, creo que nuestra máxima aspiración no consiste en competir, sino en cooperar. Mientras el género contrario se ha complacido en sobrevalorarse, nuestra tendencia como colectivo, especialmente en el mundo de la empresa, ha sido subvalorarnos, quizás porqué siempre pensamos en los demás, puede que sea cuestión de empatía, intuición, prevención o simplemente cooperación porque pensamos que lo importante siempre es conseguir el éxito colectivo sin importar demasiado de quien es el mérito, y claro que somos optimistas, porque creemos en los demás.

Así pues, todo acaba y también todo empieza de alguna manera, y deberíamos dedicar el tiempo necesario en pensar en todo aquello que se ha perdido en este ingrato camino de soledad y de auténtica tragedia para miles de familias, ya que no cuenta el ayer, porque ya ha pasado, ni tampoco el mañana porque no hemos llegado. Estamos aquí y ahora y debemos dar respuestas eficaces y eficientes, siempre por el camino que mejor conocemos que no es otro que nuestra innata capacidad como mujeres para abordar la multitarea y la visión global. Ahora se trata de reinventarnos, conocer y descubrir qué cosas podemos aportar, qué debemos cambiar y aprender que realmente sea útil para otros, porque si somos capaces de descubrir qué problema podemos solucionar a un consumidor en nuestra sociedad, ya sea a nivel local, nacional o global, seguro que no nos faltará un trabajo profesional en el que nos veamos reconocidas y valoradas. Por tanto, yo comparto con todas la decisión de atrevernos a empezar este cambio, porque no hacerlo es peor que equivocarse.

Si lo haces mal, la gente te acabará perdonando, pero si no lo intentas no te das nada a ti misma ni a los demás. Ánimo y mucha suerte.

Mª Angeles Tejada

Dtora Gral de Public Affairs de Randstad y Presidenta de Honor de Fidem