La pandemia del coronavirus ha provocado un impacto social y económico desproporcionado y devastador en las mujeres y las niñas y ha dejado al descubierto y agudizado los considerables obstáculos a los que se enfrentan para lograr sus derechos y desarrollar su potencial.  Así lo denunciaba hace unos días el Secretario General de la ONU, António Guterres, durante un encuentro virtual dedicado a mujeres jóvenes en representación de organizaciones de la sociedad civil.

Guterres subrayó que la pandemia del coronavirus está profundizando las inequidades que ya existían, como la desigualdad de género, y que se está produciendo un retroceso en materia de igualdad y derechos de la mujer que costaron décadas de conseguir.

De hecho, según un informe publicado esta semana por ONU Mujeres y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), se esperaba que la tasa de pobreza de las mujeres disminuyera en un 2,7% entre 2019 y 2021, pero con la irrupción del coronavirus las proyecciones ahora apuntan a un aumento del 9,1% debido a la pandemia y sus consecuencias.

Además, el informe resalta que las mujeres sufrirán el impacto de manera desproporcionada, especialmente aquellas en edad reproductiva: para 2021, por cada 100 hombres de 25 a 34 años que vivan en pobreza extrema (con 1,90 dólares al día o menos) habrá 118 mujeres, una brecha que podría aumentar a 121 mujeres por cada 100 hombres para 2030.

Y es que, entre los varios impactos que han sufrido las mujeres durante la crisis sanitaria, Guterres mencionó la violencia de género, los bajos salarios que reciben, la alta representación que ostentan en el área del trabajo informal y en el de los cuidados no remunerados en el hogar, que, además, se vieron incrementados exponencialmente como resultado de los cierres de escuelas y las necesidades de las personas mayores.

Asimismo, la directora ejecutiva de ONU Mujeres, Phumzile Mlambo-Ngcuka aseguró que las mujeres asumen la mayor parte de la responsabilidad del cuidado de la familia, ganan menos, ahorran menos y tienen trabajos mucho menos seguros. “De hecho, en general, el empleo de las mujeres corre un mayor riesgo que el de los hombres, en un 19%. Las pruebas que tenemos aquí de múltiples desigualdades son fundamentales para impulsar una acción política rápida y reconstructiva que sitúe a las mujeres en el centro de la recuperación de la pandemia”, agregó.

Concretamente, en España, el Instituto de la Mujer lanzó en mayo el informe ‘La perspectiva de género, esencial en la respuesta a la COVID-19’ en el que explicaba que las mujeres representan el 70% del personal sanitario en todo el mundo y son mayoría en sectores del comercio de alimentación y de los servicios de limpieza hospitalaria y de residencias, esenciales durante la pandemia; además siguen realizando la mayor parte del trabajo doméstico y cuidado de personas dependientes, remunerado y no remunerado, asumiendo también una mayor carga mental derivada de la misma; y son las que sufren mayor precariedad y pobreza laboral, lo cual las sitúa en un peor lugar para afrontar un nuevo periodo de crisis (especialmente en los casos de mujeres jóvenes, mujeres con baja  cualificación y mujeres migrantes), además algunos de los sectores más afectados, como el comercio, el turismo y la hostelería, que se han visto notablemente perjudicados desde un punto de vista económico, están altamente feminizados.

Con estos datos, nos damos cuenta de que el impacto de género del coronavirus es más que evidente. Los efectos sobre las mujeres y su situación económica son desproporcionados, evidentemente más en unos sitios que otros, pero no dejan de estar presentes.  Y, para minimizarlos es necesaria una acción coordinada, tanto del sector público como del privado. Administraciones, empresas, instituciones sociales y educativas tienen que actuar juntas, de forma coordinada y en consonancia. La participación y el compromiso son ahora más necesarias que nunca. No perdamos de vista el propósito.

Concluyo tal y como empecé, con una declaración de Guterres: “Sin una respuesta adecuada, corremos el riesgo de perder una generación o más de logros”.

María Cano Rico