La morriña, ese sentimiento tan universal que en cada uno se manifiesta de forma distinta dependiendo de los apegos de cada cual, me invade cada vez que escucho en una tienda alguna canción que me devuelve a mis primeros años de instituto. Entonces, la mecánica suele ser siempre muy similar. La localizo en alguna de las apps que utilizo habitualmente y sigo con mi recorrido. Una vez llego al coche, conecto mi móvil vía Bluetooth al equipo de sonido y lanzo de nuevo el tema con mi Spotify.

Hasta aquí, todo normal. Pero entonces vuelve a activarse ese mecanismo interno que llamamos memoria, y comienzo a echar cuentas. Los años que llevo tarareando la misma canción, las veces que habré escuchado ese CD, las fiestas en las que la hemos pinchado. Y me doy cuenta de la gran inversión que realizábamos, hace poco más de una década, para acceder a algo tan cotidiano en nuestras vidas como la música. Un dato: el precio medio de un disco recién lanzado oscilaba entre los 12 y 15 euros. Con ellos, solo conseguías un chapuzón fugaz en la inmensidad del mar musical. Hoy en día, mi cuenta de Spotify me cuesta sustancialmente menos y obtengo un valor infinitamente mayor.

La economía de la suscripción ha llegado para quedarse. Hace solo unos años era impensable el pago por uso. Con la aparición de los canales y plataformas de TV privadas, nadie creía que fuese a triunfar el pago por cada contenido audiovisual. Hoy, el modelo ha evolucionado hacia canales y plataformas temáticas que, bajo un modelo de suscripción, ofrecen contenidos de alto valor para el espectador.

Los beneficiados en este nuevo paradigma son los dos lados de la ecuación: los clientes, que reciben un valor añadido por su pertenencia al club, y la propia empresa, que consigue virar a un modelo de ingresos recurrentes y, al mismo tiempo, fidelizar de una forma sin precedentes a sus clientes. Nombres como Spotify, con su servicio Premium, o Amazon, con Prime, son algunos de los que mejor ejemplifican los beneficios de pertenecer a un club de usuarios online. Otro de los grandes, Apple, prepara un nuevo servicio con el que seguir apuntalando su mercado: una suscripción que daría acceso a un iPhone, MacBook y iPad al año (o por cada ciclo), así como acceso a Apple Music y iCloud.

Pero estos modelos no son exclusivos de las grandes marcas tecnológicas mundiales. ¿Puede un negocio local sacar partido a la fidelización? Pensemos en el ejemplo de los Cines Full de Cornellà. Su tarjeta de fidelización ofrece precio especial de lunes a jueves, bonos de 10 entradas a un precio menor para el resto de sesiones, acceso a butacas especiales en cada pase y, como detalle personal, una entrada gratuita el día del cumpleaños. A cambio, la empresa obtiene ingresos por adelantado (con los bonos), fomenta que el público acuda más al cine y evita que los miembros de su club se planteen acudir a otro cine de la misma localidad.

Como hemos podido comprobar recientemente con nuestro estudio ‘Las 5 Motivaciones del Comprador’, existe un porcentaje muy relevante de usuarios que se siente muy atraído por los programas de fidelización, el acceso a recompensas exclusivas y la posibilidad de disfrutar de servicios adicionales en tienda. Prueba de ello es también el club de compras Privilegios en Compras de Webloyalty que, entre otras ventajas, ofrece al usuario un 10% mínimo de cashback por sus compras online en más de 500 ecommerce, por una pequeña cuota mensual de 15 euros. Porque, aunque en muchos casos, disfrutar de esos servicios extra comporta un pago por parte del usuario, como en todos los descritos anteriormente, la recompensa que el usuario recibe es siempre mucho mayor.

En los clubes de compras, el mayor beneficio para los usuarios es muy claro: obtener un ahorro en todas las compras realizadas a través de la plataforma, al tiempo que se accede a descuentos y ofertas exclusivas para los miembros. En este momento, me entra de nuevo la morriña, vuelvo a activar la memoria y saco las cuentas de todo el tiempo en que no he podido disfrutar de este tipo de clubes, o del dinero que he dejado de recuperar por no poder pertenecer a ninguno de ellos. Al final, voy a tener que cancelar mi suscripción a la morriña.

 Paula Rodríguez

Business Development Director en Webloyalty España