“No puedo hablar de ello porque me señalarían

 No puedo compartirlo, me juzgarán

 No puedo confesarlo, la vergüenza me ahoga y quiero llorar»

Hemos avanzado mucho desde hace unos años o eso dicen. Por fin, las mujeres podemos optar a puestos de trabajos importantes, por supuesto, pasando por una serie de preguntas entre las cuales están ¿tienes hijos? o ¿no piensas tenerlos?

Es cierto que ya una mujer viaja sola, con una frase en su maleta «ten cuidado que no llevas compañía». Me pregunto, ¿verdaderamente nos hemos liberado? Entonces por qué se nos siguen tachando de “frescas” si salimos con muchos chicos o aparecemos en redes sociales de contacto, por qué se siguen haciendo chistes sobre nuestra menstruación o por qué seguimos teniendo que soportar “se te va a pasar el arroz” o “te vas a quedar para vestir santos”.

Sí, es cierto, la moda ha evolucionado mucho y ahora podemos usar ropa ajustada y escote pero sin 1521864_10201349307714874_1977941137_nabusar de nada, siempre en su justa medida. Salir sola a tomar una copa sigue siendo algo incongruente para muchos y al verte lo primero que piensan es que sales para ligar. Quizás nunca se paran a pensar que estás cansada, saturada y solo necesitas salir de la rutina, estar contigo misma.

Las redes sociales, donde hay mucha libertad, tampoco han ayudado mucho, hasta el punto de que siempre hay algún «personaje” que te dice algún comentario que te hace sentir incómoda, pero al que no puedes contestar porque es de mala educación por tu parte; no por la suya.

Pero estamos progresando mucho según la historia y siempre quedarán en la hemeroteca las grandes mujeres que consiguieron que nuestras voces se alzasen, aquellas que dieron la vida por sus principios. Y digo en la hemeroteca, porque en los libros del cole aparecemos aun entre líneas o párrafos insignificantes. Cuando estudiamos la «evolución del hombre» no se hace en modo neutro, sino en versión masculina. Quizás es que llegamos más tarde en el mundo y esa parte no debe ser estudiada.

En televisión hemos conseguido además aparecer mucho más en los anuncios. Por supuesto, somos líderes en los cereales integrales donde una chica que pesa 50 kg está agobiada, pero, ¿por qué un hombre nunca se agobia? También en los anuncios de compresas para las incontinencias urinarias que, según la sociedad, es lo normal, pero procura que no te ocurra en un sitio público porque se reirán y dirán “pues no es tan vieja para que le pase”.

Es cierto que a nivel deportivo también las cámaras se recrean con nosotras cuando aguantamos un paraguas a un deportista en la línea de salida o entregamos trofeos que después nos agradecen regándonos en champan. Se me olvidaba que en los periódicos nos dedican una contraportada para que salgamos en bikini, pero sus cuerpos no se corresponden por ejemplo con el mío después de entrenar 50 kilómetros o hacer una ultra. No les veo marca en el cuerpo de caídas con la bici y, si me apuras, creo que tienen todas las uñas del pie.

También hemos avanzando con la música, ahora el reggaetón nos da un gran protagonismo porque nosotras siempre “perreamos y estamos esperando a que llegue un hombre a salvarnos”. Me pregunto si la culpa de esto la tiene Disney por sus cuentos de princesas que comen manzanas envenenadas, le recogen la casa a siete enanos o esperan a un príncipe que se enamora por lo bella que es mientras duerme sin importarle si es inteligente o no; menos mal que siempre habrá una Mulán.

Quizás resulta irónica cada frase que escribo y no pediré disculpas por ello porque sólo intento dar voz a todas las que callan. Con este artículo, no pretendo atacar a los hombres ni a las mujeres, sólo hacer pensar que nos queda un largo camino por recorrer.

«Este mundo no va a cambiar a menos que estemos dispuestos a cambiar nosotros mismos». Rigoberta Menchú, embajadora de buena voluntad de la UNESCO y Premio Nobel de la Paz en 1992.

Sonia Macías, 
Ultrafondista y co-creadora de La Princesa del Desierto
Pincha aquí para ver el reportaje de La Princesa del Desierto