Y allí estaba ella, con toda su fragilidad y, al mismo tiempo, con la energía de la convicción: Greta Thunberg, de 15 años, en la conferencia de Katowice de Naciones Unidas. Poco importa la edad cuando se trata de mostrar la verdad rotunda y hablar del suicidio al que nos lleva este cambio climático provocado por la codicia de los ricos y la pasividad de casi todos los que habitamos este planeta que parece morirse “de asco”.

Y este mensaje vital curiosamente no llega desde este tercer mundo, que representa un 80% de la humanidad y que, en su mayoría, permanece hundido en las miserias, la guerra o las hambrunas, sufriendo más que nadie las consecuencias de un mundo enloquecido, desequilibrado y absolutamente injusto.

Aquí lo más importante es que sea la valentía de una niña escandinava que pertenece a uno de los países más ricos del mundo y que probablemente ha vivido una infancia con comodidades y cierto desahogo, quien nos recuerde la responsabilidad que tenemos todos para evitar este desastre ecológico al que estamos abocados si no lo remediamos.

Más allá del mensaje, todas las mujeres nos sentimos muy orgullosas por ella. Porque representa, de alguna forma, toda la sensibilidad que tenemos la mayoría de personas, y muy especialmente las mujeres, para preocuparnos de las futuras generaciones y contribuir a la construcción de un mundo mejor.

A menudo añoramos tener más visibilidad como colectivo, denunciando los agravios o la discriminación salarial, una reclamación que parece reducirse al mundo de la empresa y la economía, pero la actitud de esta niña, como en su día la de la candidata al Nobel de 2013, la joven pakistaní Malala Yousafzai, y su compromiso con la educación, evidencian un compromiso con su generación y con la humanidad. Una actitud que debería sonrojar a los grandes bloques económicos, hipotecados por su avidez de riqueza y, en lo posible, ser el detonante de este cambio de actitud por parte de todas y todos, asumiendo de una vez que la digitalización solo nos permitirá avanzar mientras exista la suficiente conciencia y responsabilidad por parte de todas las personas que habitamos el planeta, a fin de que podamos controlar esta tecnología para mejorar la vida de todos los habitantes del planeta.

Las mujeres tenemos muy claro que solo conseguiremos reconocimiento en la sociedad si somos capaces de formar parte de las decisiones trascendentes de la humanidad, demostrando nuestra responsabilidad y respeto, ya que formamos parte del todo y, al mismo tiempo, fomentando activamente nuestros valores y competencias naturales que nos permiten leer la vida de forma distinta. No hay duda de que entendemos mejor los problemas de nuestra sociedad porque tenemos el coraje y la voluntad de implicarnos en las soluciones con intuición y sentido común, siempre buscamos la comunicación y el diálogo, convencidas de que representa el mejor camino para evitar conflictos. No renunciamos a trabajar codo con codo con cualquier colectivo humano porque tenemos la certeza de que no es posible el éxito si éste no puede compartirse.

No sé si el ejemplo de la joven activista Greta puede ser determinante para que exista auténticas acciones que de verdad puedan revertir este cambio climático que parece inevitable, pero para la gente decente y que es capaz de escuchar, nos dejó una frase: “ … decís que amáis a vuestros hijos sobre todas las cosas. Sin embargo, les estáis robando el futuro”. Ahí queda eso, por si alguien quiere tomar conciencia.

Mª Ángeles Tejada

Directora General de Public Affairs de Randstad y Presidenta de Honor de Fidem