En España hoy, hay un 49,1% más de población senior en el mercado de trabajo y un 86,6% más de mujeres mayores de 55 años activas que hace 10 años. Ahondando en el género femenino, ellas suponen el 51% de la población española, representan el 58,5% de los titulados universitarios y el 46,5% de la población activa.

Acorde con estas cifras en las que observamos el peso de las mujeres en la sociedad y en la universidad, deberíamos poder mostrar otras que reflejen su reconocimiento en el ámbito laboral y en su carrera profesional.

Sin embargo, no podemos hacerlo. El desarrollo de la carrera profesional de quienes integran las compañías es diferente cuando lo analizamos desde la perspectiva de género y desde la perspectiva de edad. Los últimos estudios muestran cómo la carrera profesional de los hombres y de los jóvenes es más rápida que la de las mujeres y la de los senior.

Cuando en las compañías se habla de “carrera”, suele relacionarse con el recorrido que realiza el profesional entre los 30 y 40 años. Esta carrera es mucho más lenta en el caso de las mujeres (techos de cristal) y casi inexistente en el caso de los mayores de 50 años, que parecen estancarse debido a la falta de formación y retos profesionales.

Dos son los factores que, a nuestro juicio, frenan el desarrollo de las mujeres y el desarrollo de los mayores en las empresas. El primero, es la maternidad. Ésta ya no supone el abandono del mercado laboral, pero sí afecta a la carrera profesional, y es que las españolas tienen su primer hijo a los 32, por lo que los años que mayor cuidado y dedicación exigen coinciden con los de su “lanzamiento profesional”.

A esto debemos sumarle la falta de flexibilidad laboral de algunas empresas y la mayor dedicación, el doble según el INE, de la mujer al trabajo no remunerado. Es, por ello, que las últimas investigaciones relacionan casi toda la penalización en sueldo, oportunidades laborales y cargos directivos.

El segundo son los sesgos inconscientes, atajos cognitivos que adoptamos para la toma de decisiones. A diferencia de los estereotipos, que son generalizaciones conscientes sobre determinados grupos, los sesgos cognitivos son inconscientes y pasan desapercibidos. Mujeres y mayores se enfrentan a una lucha incesante por demostrar que su capacidad y productividad no se ve afectada ni por su género ni por su edad.

Ante esta situación, son muchas las mujeres que han optado por EMPRENDER. El perfil de estas mujeres emprendedoras, según el Centro de Psicología Coterfam, es el de una persona creativa, segura de sí misma, optimista, tolerante al riesgo y con orientación al logro.

De acuerdo con el Informe Global Entrepreneurship Monitor España (GEM) 2017-18, la tasa de actividad emprendedora (TEA) española aumentó un punto porcentual (del 5,2% al 6,2%) en 2017. La TEA femenina global se encuentra en el 11% mientras que, en España, tras caer al inicio de la crisis, se ha estabilizado en el 4,5%.

En nuestro país, las mujeres que deciden emprender alcanzan un mayor protagonismo en la economía rural (54% mujeres, 46% de hombres) respecto del sector urbano, donde el porcentaje baja a un 30% frente al 70% de hombres.

Se trata de una decisión personal y arriesgada, pero en ocasiones es la opción preferida por algunos para poder vivir una vida laboral plena lejos de los sesgos de género y edad.

Emprender en femenino es, según los estudios, un valor seguro pues, como ha detectado la consultora BCG, las empresas creadas por mujeres generan mayores ingresos, más del doble por cada dólar invertido, que las creadas por hombres.

Apoyar a estos colectivos desde las instituciones puede resultar por tanto beneficioso para todos y, en concreto, para el desarrollo profesional de la mujer.

Elena Orden

Consultora de PeopleMatters