Cuando hablaba de la utopía, el poeta Galeano decía que bastaba mirar el horizonte y ver como se alejaba. Por tanto, la utopía servía para “caminar”, que no es poco. Yo confío que este reto al que nos enfrentamos todas las mujeres esté mucho más cerca que la utopía.

M.Angeles-Tejada-682x1024No hace falta poner demasiada imaginación para contrastar que el mundo actual tiene muy poco que ver con la realidad socioeconómica de hace 50 años. Los fenómenos como la globalización, la tecnología, la digitalización o incluso el cambio de la cultura del trabajo nos ofrecen un panorama muy distinto en el que destacaría por encima de todo y, desde el punto de vista de la competitividad empresarial, superar el paradigma de fuerza de trabajo por el poder del conocimiento; o, lo que es más actual, la significación de la gestión del talento, como elemento clave para transformar la nueva economía.

Parece ser que la fuerza de la lógica y el sentido común están dirigiendo las formas de gestión hacia objetivos en los que la eficiencia del resultado está muy por encima de los medios y, a veces, los recursos para conseguirlo. La desaparición de grandes empresas del pasado que no consiguieron o no supieron subirse al carro del “cambio y la digitalización” dejan el paso a empresas mucho más flexibles, con profesionales de ambos sexos que aportan su conocimiento al servicio de corporaciones que saben valorarlo.

Si bien es cierto que las mujeres siguen sufriendo una absurda discriminación salarial y sólo el 22% de mujeres ocupa cargos directivos en Europa (infome Linstock/Marston), lo cierto es que con un 52% de mujeres universitarias y con recomendaciones gubernamentales que estimulen la conciliación parental y dejen de poner impedimentos para que las mujeres ocupen cargos directivos, la persistencia y, por una vez, la lógica del resultado permitirán un avance importante de las expectativas femeninas en el mundo económico.

Nunca he sido partidaria de la “cuotas” de representación, aunque no dudo de su aplicación en casos concretos. Más bien me inclino por esta escala de valores que mueve la economía y que no es otra que el Ebitda, los números cantan y creo que no hay otra forma mejor de apreciar la eficiencia que el estímulo de los beneficios, que a su vez, permite la sostenibilidad de los proyectos y la creación de otros nuevos.

Las mujeres de la empresa no necesitamos ningún privilegio para poder actuar, simplemente aspiramos a la normalidad, a esta igualdad de oportunidades que proclama la Carta de Derechos Humanos y, al final, los resultados deben llegar en las mismas condiciones. Lo conveniente es encontrar la idoneidad de cada “persona” con independencia de sexo, raza o religión, para que asuma responsabilidades, porque liderar nunca ha sido un regalo, sino más bien un gran compromiso y el deber de saber inspirar y conducir gente hacia la mejor misión, que no es otra que crear riqueza para la mayor parte de personas posible, asegurando el mayor bienestar de la sociedad.

No me corresponde ni hablar de reivindicaciones, ni tampoco recordar que para nosotras la maternidad y la familia supone simplemente hacer más sacrificios y cuando tenemos la oportunidad de promocionar, no hay duda que históricamente debemos esforzarnos el doble, pero seguro que complementamos con nuestra intuición, empatía, comunicación, multitarea, visión global o persistencia para superar toda la incertidumbre que nos depara un futuro tan incierto y cambiante en el que todos, hombres y mujeres debemos acompañarnos de igual a igual para dejar el mundo algo mejor de lo que lo encontramos, y esto no es ninguna utopía.

Mª Angeles Tejada

Directora General Public Affairs de Randstad y Presidenta de Honor de Fidem