A George Orwell se le atribuye la famosa frase “la historia la escriben los vencedores”. Aunque, quizá fuera una mujer quien lo dijo y, sin embargo, un vencedor quien se la apropió. Sea quien fuere, es una frase con muchísima “miga” en la que me gustaría detenerme y elaborar a partir de la misma una pequeña reflexión sobre la importancia del ser y estar.
Empecemos por el ser. Ser vencedor. Si hay vencedores es porque hay perdedores, y si los vencedores escriben, los perdedores, no. Me pregunto cuántos vencedores en la historia han sido mujeres y cuántas historias han podido escribir. En el mundo de la creación, desafortunadamente ha sobrevivido poca autoría femenina y la que lo ha hecho, tiene escasa visibilidad. Según un estudio publicado por la Fundación SGAE este año, de todas las obras que se programaron en los conciertos ofrecidos por las orquestas sinfónicas españolas en la temporada 2016-2017, solo el 1% estaba compuesto por mujeres. De los compositores vivos cuyas obras fueron programadas en esa misma temporada, solo el 4% eran mujeres. ¿Por qué tan pocas?
En España, solo un 15% de los socios miembros de la SGAE son mujeres. Una de las razones puede deberse a que las mujeres tituladas en Composición en los conservatorios superiores de España son todavía una minoría -29% en el curso 2016-2017-, ¿por qué no hay más? La falta de referentes y de visibilidad de mujeres creadoras sigue siendo una barrera social que hace que una niña no se plantee ser creadora -dueña de su creación- en definitiva, emprendedora. Si a este hecho se le suma que pocos padres apoyan el que su hijo/a se dedique a “eso de la música”, en vez de ser abogado, médico o ingeniero, la probabilidad de que una niña quiera ser, por ejemplo, compositora de música para videojuegos -una industria que ya supera en volumen de negocio a la industria musical y la del cine juntas- es menor que la de encontrarte con Brad Pitt en el portal de tu casa.
Pero el mundo de la composición no es el único donde las mujeres son minoría. Se da una situación similar en el mundo de la tecnología musical -ingenieras, productoras, o DJ’s- o en el gremio de los músicos instrumentistas. Es muy poco frecuente ver a una mujer en un escenario y que no sea la cantante. Aunque a veces, ocurre. De hecho, me sorprendí gratamente el otro día yendo a ver al elegantísimo contrabajista americano Ron Carter en un local de jazz, donde, como suele ser habitual en este tipo de salas, las columnas no te dejan ver a la mitad de los músicos en escena. Ese día, después de escuchar un sublime solo de piano, Mr. Carter, se dirigió al público y dijo -en inglés- “¡señoras y señores, al piano, Renee Rosnes!”. ¡No lo pude creer! Durante todo el concierto, había estado imaginando a un pianista de mediana edad -como el resto de la banda-, tocando de forma prodigiosa junto al resto de músicos. Pero ¡era una mujer! Maravilloso y triste a la vez que todavía casos como éste sean una excepción… y una sorpresa. Esta pequeña anécdota me lleva a mi siguiente reflexión sobre la importancia del “estar”. Si no estás, no cuentas. Como alguien dijo “si no estás en la mesa, estás en el menú”. Es decir, te comen con patatas. ¿Dónde están las mujeres en el circuito de la música en vivo? Me pregunto si la maternidad y el “quién se queda en casa cuidando a los hijos mientras que estoy de gira” tiene que ver algo con esto.
Un estudio realizado en la Universidad de Princeton indicaba que el 46% de los hombres encuestados esperaba que su pareja dejara su carrera profesional para cuidar a los hijos, mientras que solo un 5% de las mujeres encuestadas esperaba que lo hicieran ellos. El dato es elocuente. Está claro que tanto a la sociedad como a los gobiernos y a las distintas industrias les queda todavía mucho por avanzar para abordar la desigualdad que genera, en la carrera profesional de las mujeres, un hecho tan natural como la maternidad.
Mientras tanto y hasta que ese momento llegue, cuanto más equilibremos la base de la pirámide, es decir, más seamos, más probabilidades habrá de que las esferas más altas estén algo más compensadas y más estemos, aspirando así al virtuoso “medio” aristotélico.
En Berklee Valencia hemos decidido avanzar a través de iniciativas como las becas “Outstanding Women”, o el programa de mentorazgo para mujeres tecnólogas “She Knows Tech” que premian el emprendimiento y la igualdad de oportunidades para mujeres en la industria musical. Porque el mundo necesita más instrumentistas, más compositoras, más ingenieras y más emprendedoras. Si no empezamos por la base, difícilmente llegaremos a la cima y difícilmente escribiremos la Historia.
María Martínez Iturriaga
Directora ejecutiva del campus de Berklee en Valencia